Pegaso Z-102 Coupesaoutchik
Para el que esto escribe, existen dos épocas bien diferenciadas en este pequeño universo de los automóviles del caballo alado: una primera, la de mi juventud a principios de los años 60, en la que todavía eran vehículos de uso ‘normal’, cuando salir simplemente a pasear con uno de estos deportivos era una aventura, siempre solían fallar por una razón u otra; el regreso con las manos manchadas de grasa estaba prácticamente asegurado. ¿La razón?, materiales deficientes, un mal mantenimiento -si es que se le hacía alguno-, etcétera.
Hay que reconocer que, pese a quien pese, la reputación entre los aficionados de estos, por otro lado, preciosos y complicados coches, era bastante mala. Fueron pasando los años y llegamos a la época de los Pegaso como vehículos históricos. A principios de la década de los 80, y gracias a Francisco Palau, volví a encontrarme con un Pegaso, esta vez cuidado con mimo por su dueño, un amante de la mecánica. Mis malos recuerdo se empezaron a desvanecer, aunque aquello no iba lo redondo que se esperaba de un ocho cilindros en V. Ni sus frenos lo detenían con la firmeza deseada, ni la trayectoria era recta y había que sujetar fuerte el volante para intentar mantenerla, pero aquello funcionaba, aunque alguna vez se le escapara una ‘tos’.
Hace aproximadamente un año fue mi penúltimo encuentro, esta vez nada menos que con el ‘Thrill’, un vehículo perfectamente restaurado pero que pasa mucho tiempo aparcado, eso sí, al lado de tres compañeros de marca, también en óptimas condiciones. Pero a todos los automóviles la inmovilidad les sienta fatal, y a los sofisticados Pegaso más aún. Por ello, aunque el motor rugía que era un deleite, antes de nada, su dueño tuvo que ajustar la bomba de gasolina y, pese a que nos acompañaba nada menos nuestro amigo y colaborador Ignacio Pueche, no conseguimos que los frenos funcionaran correctamente. Eso sí, el motor cogía vueltas y empujaba de forma contundente, aguantaba el ralentí perfectamente y no se ponía a hervir el líquido de refrigeración pese a estar la planta motriz en marcha y el coche parado durante largos ratos.
Hay que reconocer que, pese a quien pese, la reputación entre los aficionados de estos, por otro lado, preciosos y complicados coches, era bastante mala. Fueron pasando los años y llegamos a la época de los Pegaso como vehículos históricos. A principios de la década de los 80, y gracias a Francisco Palau, volví a encontrarme con un Pegaso, esta vez cuidado con mimo por su dueño, un amante de la mecánica. Mis malos recuerdo se empezaron a desvanecer, aunque aquello no iba lo redondo que se esperaba de un ocho cilindros en V. Ni sus frenos lo detenían con la firmeza deseada, ni la trayectoria era recta y había que sujetar fuerte el volante para intentar mantenerla, pero aquello funcionaba, aunque alguna vez se le escapara una ‘tos’.
Hace aproximadamente un año fue mi penúltimo encuentro, esta vez nada menos que con el ‘Thrill’, un vehículo perfectamente restaurado pero que pasa mucho tiempo aparcado, eso sí, al lado de tres compañeros de marca, también en óptimas condiciones. Pero a todos los automóviles la inmovilidad les sienta fatal, y a los sofisticados Pegaso más aún. Por ello, aunque el motor rugía que era un deleite, antes de nada, su dueño tuvo que ajustar la bomba de gasolina y, pese a que nos acompañaba nada menos nuestro amigo y colaborador Ignacio Pueche, no conseguimos que los frenos funcionaran correctamente. Eso sí, el motor cogía vueltas y empujaba de forma contundente, aguantaba el ralentí perfectamente y no se ponía a hervir el líquido de refrigeración pese a estar la planta motriz en marcha y el coche parado durante largos ratos.
En el recuadro de la derecha podràs encontrar màs informaciòn y novedades de coches y motos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario